Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


miércoles, 10 de octubre de 2012

Capitulo 33



Lista.
Cuando la cena termino, nos quedamos allí, siguiendo nuestros pensamientos. Eric y yo habíamos cesado con nuestro juego de miradas. Ahora estábamos listos para hablar de algo importante.
-      Necesitamos iniciar de una buena vez-. Dijo él acaparando la atención de todos-. Hemos estado aquí durante dos días, hay que hacer algo… ¿Quién sabe cuánto tiempo más tendrán a Charlie antes de darse cuenta que su sangre no sirve? Tal vez ya lo descubrieron.
Un escalofrío me recorrió la espalda, tal vez, ya sabían todo y él estaba muerto.
No April, no puedes pensar así.
-      Es cierto, tenemos que hacer algo-. Maggie apoyo la idea por muy extraño que parezca-. Estoy harta de ocultarme.
-      Bueno, eso depende de April-. Dijo André volteando para verme el rostro-. Dime cielo, ¿estás preparada?
Dudé un instante. ¿A qué se refería con estar preparada? La verdad, cada día tenía una nueva idea de lo que significaba “estar preparada”. Había tantas opciones diferentes par esa frase que podría haberlas estudiado detenidamente. Sin embargo, no había tiempo para eso y un “si” fuerte y claro fue lo que mis labios dejaron escapar. Por supuesto que sí, estaba preparada.

Eric, Maggie y yo nos vestimos para enfrentar el frio. Luego, salimos a la calle y, ahora no me parecía tan extraño, robamos una camioneta.
Eric había roto el vidrio del conductor y había encendido el motor juntando unos cables bajo el tablero. Muy impresionante.
Condujimos durante hora y media, llegando casi a la medianoche a La Gran manzana de Nueva York.
En realidad, hubiésemos llegado muchísimo más tarde si no fuese porque Eric conducía como loco  a través del tráfico automovilístico.
Estacionamos en una esquina, dejando que cualquier oficial que viera la camioneta la multara y la regresara a su respectivo dueño.
André nos había advertido sobre cómo vestirnos. Las personas que estaban en esa zona, aunque fuese semejante hora de la noche, serian personas de clase media-alta y muy bien informados. No podíamos darnos el lujo de ser reconocidos.
Nos cubrimos con nuestras capuchas y unas bufandas. Tuvimos suerte de tener unos copos de nieve cayendo, haciendo que nuestros “disfraces” no fuesen tan ridículos, por decirlo de alguna manera.
Eric tenia anotado en un trozo de papel la dirección que había obtenido aquella vez, mientras hackeaba el archivo del registro de personas.
Recorrimos las calles cruzándonos con algunas personas que apenas nos miraban puesto que estaban apuradas por el frio y la hora.
A pesar de ser medianoche, las calles de Nueva York jamás descansaban. Eran tan activas como cierta vez había escuchado sobre las calles de Las Vegas.
Había un edificio en medio de una cuadra con más de cincuenta pisos. Luego, había otro al lado con otro número que tenía diez pisos. Sin embargo, el número que nosotros buscábamos, el del medio de los dos, no se veía. En lugar de eso había una puerta  sola, sin ventana, sin otra abertura. Sin nada.
Una puerta en medio de dos edificios.
-      Tiene que ser aquí-. Dijo Eric, intentando forzar la puerta-. Esta debe ser.
-      Si caro, porque Terry sería TAN obvio-. Comentó Maggie irónica.
A pesar de todo, tenía que acordar con ella.
Cansados de intentar abrir aquella pesada puerta de hierro con tres cerraduras perfectamente selladas, entramos en un mini supermercado a  unos metros de los edificios, para intentar ver qué haríamos ahora.
Maggie se acercó a las galletas de chocolate y Eric y yo nos quedamos en una esquina, intentando hablar sin ser muy obvios. Me apoyé en la pared mientras él hablaba  y comencé a observar los pocos clientes en el lugar y a los empleados.
Había tres clientes más, además de nosotros. Una mujer de unos treinta años con un bebé pequeño y un hombre encapuchado por el frio, con gorro, bufanda y guantes, recogiendo unos jugos del refrigerador. Y, del otro lado del mostrador, había unos dos empleados: el que parecía ser el gerente, un hombre de cincuenta y tantos con camisa blanca y pantalón negro; y una joven de unos veinte con camisa y pantalón de jean.
Cuando Maggie se unió a nosotros con un paquete de galletas en la mano, me aparte de la pared y enganche mi bufanda con la esquina de una góndola en el corredor. La lana quedo atrapada en una ranura de plástico y lentamente se desprendió de mi rostro. Intenté no darle importancia mientras volvía a colocármela, pero la chica me vio por un espejo de seguridad y me reconoció de inmediato gracias a la foto que estaba en el mostrador de la caja registradora.
Me pidió, amable y hostilmente al mismo tiempo, que me quitara la bufanda. Le dije que no me apetecía, que tenía demasiado frio, pero ella insistió.
Maggie se apresuro en pagarle al otro vendedor, pero nadie quiso aceptar el dinero.
Tonos de voz elevados comenzaron a resonar en el mini supermercado. Cuando me di cuenta, la mujer con el niño y el hombre de las bebidas ya no estaban.
Eric me tomo del brazo y tiro de mi mientras la vendedora rodeaba el mostrador de la caja registradora gritando “¡Es ella!”.
Comenzamos a correr y salimos nuevamente a la calle. El hombre encapuchado estaba allí, abriendo la puerta de hierro que nosotros habíamos intentado abrir.
Y, por esos interminables segundos, conectamos visualmente. Ambos nos reconocimos. Esos ojos, esa expresión.
Fueron momentos que jamás olvidare. Cada latido de mi corazón golpeaba mi pecho. De fondo se escuchaban los gritos de la mujer forcejeando con Eric, quien me gritaba que corriera pero yo no reaccionaba.
Terry estaba parado justo frente a mí con una mano en la cerradura y la otra en una botella de algo que no sabía que era.
Todo era una coincidencia. Una obra del destino. En realidad, no sabía que era, pero las coincidencias de la vida me seguían sorprendiendo aunque aquello hubiese ocurrido por acciones que nosotros habíamos hecho.
Simple: acción y reacción. Una de las pocas cosas que había escuchado decir a López en sus clases. Desde entonces me gustaba pensar en mis momentos de aburrimiento, como demonios había llegado a estar así.
Entonces, Maggie me empujo para que yo reaccionara. Parpadeé unos instantes y Eric choco contra mi cuando salió a la oscuridad del exterior. Corrimos hasta donde estaba Terry y él, en el mismo estado de shock que yo, manoteo mi brazo y me ingreso en un oscuro y largo pasillo detrás de la puerta de hierro. Todo fue tan rápido que dude que la vendedora llegara a vernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario